Hola a todos/as.
Me he propuesto ser más activo y escribir en el blog para combatir la cuarentena por el coronavirus y para que el aislamiento nos sea lo más llevadero posible.
Me detuve a pensar, ¿sobre qué podría escribir? Repasé mis últimas publicaciones y a pesar de que pretendo que este blog sea sobre La Palma, me queda mucho que contar de los pueblos de la isla. Repasé las fotos que había hecho en cada pueblo y me encontré con una instantánea que contiene una historia que no debe caer en el olvido. Nos vamos de visita a Tijarafe.
Tijarafe, al oeste de la isla de La Palma, es un pueblo que tiene mucho para ver y también para disfrutar. La Iglesia de Nuestra Señora de Candelaria y su vistosa espadaña, monumentos como el de los Versadores o del Salto del Pastor, el Museo Etnográfico Casa del Maestro son algunos ejemplos pero también tiene una calle de gran interés histórico de la que hablaré hoy.
La Calle del Adiós. Llamada así porque era la calle que llevaba al antiguo cementerio de Tijarafe.
Fruto de la casualidad o tal vez no, lo cierto es que fue visitada por Dulce María Loynaz y dejó inmortalizadas unas palabras en honor a esta calle. Publicadas en 1958 en su libro 'Un verano en Tenerife'
Dulce María Loynaz, nació en La Habana, Cuba, el 10 de diciembre de 1902 y falleció en su ciudad natal el 27 de abril de 1997.
Fue escritora y poetisa, considerada una de las principales figuras de la lírica cubana y universal.
En su haber, cuenta con unas 25 obras publicadas, entre poemarios, novelas, ensayos y hasta libros de viajes.
Fue declarada Hija Adoptiva del Puerto de la Cruz, Tenerife en 1951. Durante su vida recibió innumerables premios y honores; destacan el Premio Cervantes en 1992, la Cruz de Alfonso X, el Sabio, y el Premio Isabel la Católica de periodismo, entre otros.
Como mencioné, a su paso por La Palma, visitó Tijarafe y fruto de sus vivencias escribió un texto que quedó en la memoria y que ahora los más jóvenes podemos conocer su historia si buscamos lo suficiente ya que el escrito reposa rojo sobre blanco en una pared de la Calle del Adiós.
Dice así:
La Calle del Adiós. Llamada así porque era la calle que llevaba al antiguo cementerio de Tijarafe.
Fruto de la casualidad o tal vez no, lo cierto es que fue visitada por Dulce María Loynaz y dejó inmortalizadas unas palabras en honor a esta calle. Publicadas en 1958 en su libro 'Un verano en Tenerife'
Dulce María Loynaz, nació en La Habana, Cuba, el 10 de diciembre de 1902 y falleció en su ciudad natal el 27 de abril de 1997.
Fue escritora y poetisa, considerada una de las principales figuras de la lírica cubana y universal.
En su haber, cuenta con unas 25 obras publicadas, entre poemarios, novelas, ensayos y hasta libros de viajes.
Fue declarada Hija Adoptiva del Puerto de la Cruz, Tenerife en 1951. Durante su vida recibió innumerables premios y honores; destacan el Premio Cervantes en 1992, la Cruz de Alfonso X, el Sabio, y el Premio Isabel la Católica de periodismo, entre otros.
Como mencioné, a su paso por La Palma, visitó Tijarafe y fruto de sus vivencias escribió un texto que quedó en la memoria y que ahora los más jóvenes podemos conocer su historia si buscamos lo suficiente ya que el escrito reposa rojo sobre blanco en una pared de la Calle del Adiós.
Dice así:
Si llegan a visitar mi isla de La Palma no olviden ir a Tijarafe, donde existe una calle que se llama Adiós...
(...)¿Qué secreto alentaba en ella que su recuerdo había perdurado a través de una distancia que medía por olas, de un tiempo que ocupa casi toda la vida?..Lo supimos después. No era sombra de amor ni de misterio. No era aroma de leyenda.
(...)Adiós, sencillamente era la calle que conducía al camposanto. Pero voy a decir lo que era de manera exquisita: lo era con poesía que era una cosa que se da muy poco en materia municipal, y, por mejor decir poco en cualquier materia.
No creo que haya habido concejales padrinos: fue el pueblo, un pueblo diminuto el que se acostumbró a llamarlo así, o ella misma nació ya con ese nombre que le era íntimo consustancial, exacto. De ahí la gracia la finura que no puedo olvidar quien la mirara en otros días con sus ojos de niño.
La calle va en declive, cortada sobre un risco; el pueblo queda arriba recogido el puñado de sus casas al filo del barranco. Pero hacía abajo, y ya en el mismo talud que desciende verticalmente , en un despliegue de la roca han puesto el cementerio, como quien pone un ramo de azahares al pecho de la montaña.
Bien se comprende que es difícil llegar a aquel sitio, aún par a los hijos de esa fragosa tierra, avezados a franquear desfiladeros: fue así que se hizo uso con el tiempo el detenerse en cierta escotadura donde la calle se quebraba por un corte de tajos descendentes.
Era el umbral de las despedidas: allí quedaban los acompañantes todavía por unos minutos viendo bajar ya a picos de las Breñas un reducido resto de cortejo. Allí en silencio conmovido, daban el último saludo el amigo al amigo que se iba, el hermano al hermano...Luego se volvían calladas calle arriba, y la calle, impregnada de suspiros hecha de adioses sin salida, no podía tener ya más que un nombre:
y se llamaba Adiós.
Dulce María Loynaz, "Un Verano en Tenerife".
Aguilar, Madrid, 1958.
Como hoy es el Día Internacional de la Poesía y hablo de Dulce María Loynaz, me gustaría añadir tres de sus poemas para recuperar su obra.
Criatura de isla
Rodeada de mar por todas partes,
soy isla asida al tallo de los vientos...
Nadie escucha mi voz, si rezo o grito:
Puedo volar o hundirme... Puedo, a veces,
morder mi cola en signo de Infinito.
Soy tierra desgajándome... Hay momentos
en que él me ciega y me acobarda,
en que el agua es la muerte donde floto...
Pero abierta a mareas y a ciclones,
hinco en el mar raíz roto.
Crezco del mar y muero de él... Me alzo
¡para volverme en nudos desatados...!
¡Me come un mar batido por las alas
de arcángeles sin cielo, naufragados!
Rodeada de mar por todas partes,
soy isla asida al tallo de los vientos...
Nadie escucha mi voz, si rezo o grito:
Puedo volar o hundirme... Puedo, a veces,
morder mi cola en signo de Infinito.
Soy tierra desgajándome... Hay momentos
en que él me ciega y me acobarda,
en que el agua es la muerte donde floto...
Pero abierta a mareas y a ciclones,
hinco en el mar raíz roto.
Crezco del mar y muero de él... Me alzo
¡para volverme en nudos desatados...!
¡Me come un mar batido por las alas
de arcángeles sin cielo, naufragados!
El cántaro azul
Al atardecer iré
con mi cántaro azul al río,
para recoger la última
sombra del paisaje mío.
Al atardecer el agua
lo reflejará muy vago;
con claridades de cielo
y claridades de lago...
Por última vez el agua
reflejará mi paisaje.
La cogeré suavemente
como quien coge un encaje...
Serán al atardecer
más lejanas estas cosas...
Más lejanas y más dulces,
más dulces y más borrosas.
Después... ¡Que venga la noche!
Que ya lo tenue del sueño
-de sueño olvidado-
lo delicado, gris, sedeño
de tela antigua... y lo fino,
lo transparente de tul...
¡Serán un solo temblor
dentro del cántaro azul!
Poema XXVII
Miro siempre al sol que se va
porque no sé qué algo mío se lleva.
Al atardecer iré
con mi cántaro azul al río,
para recoger la última
sombra del paisaje mío.
Al atardecer el agua
lo reflejará muy vago;
con claridades de cielo
y claridades de lago...
Por última vez el agua
reflejará mi paisaje.
La cogeré suavemente
como quien coge un encaje...
Serán al atardecer
más lejanas estas cosas...
Más lejanas y más dulces,
más dulces y más borrosas.
Después... ¡Que venga la noche!
Que ya lo tenue del sueño
-de sueño olvidado-
lo delicado, gris, sedeño
de tela antigua... y lo fino,
lo transparente de tul...
¡Serán un solo temblor
dentro del cántaro azul!
Poema XXVII
Miro siempre al sol que se va
porque no sé qué algo mío se lleva.
Son curiosas las historias que encierran ciertos lugares, hace años volví a visitar Tijarafe para recabar información para uno de mis proyectos. Después de visitar la Iglesia y la Casa del Maestro, pasé por la Calle del Adiós, tan empinada, de adoquines con bordes de hierba fresca. Vi el escrito de la pared, me pareció curioso, hice la foto para poder regresar a él por si algún día se presentaba la ocasión de sumergirme en su contenido y continué hacia el monumento del Salto del Pastor.
Con esta publicación espero que la cuarentena por el Covid19 se les haga más llevadera. Siempre es bueno distraerse de situaciones como la que estamos viviendo.
Sin más desde mi blog...
Un saludo y hasta otra entrada.
_
Aquí puedes leer algunos poemas de Dulce María Loynaz
Su Biografía en Wikipedia.
Su Biografía en Biblioteca Cervantes.
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